miércoles, 31 de agosto de 2011

El carozo.

Esa pasión que le contrae cada músculo de los pies y el cuello al mismo tiempo.
Se desnuda, desgarra su presa, la saborea salvajemente; no la termina, acaba y deja para después.
Se envuelve lentamente en su sudor en el festín, escondiéndose en su propia pureza, lo que le sale de adentro y luego se hace capullo.
Se esconde en sí mismo.
Se pone las medias y duerme.
Al día siguiente, querrá más para poder ser él, para desenmascararse. Para ser él con ella. Para llegar a su centro.
Cada día devora con desesperación las cáscaras. Espera el minuto en que sea posible. Insiste.
Quizás nunca llegue a su verdad, quizás siempre estubo en ella.

viernes, 19 de agosto de 2011

El mural

La intersección en ángulo recto del mural vos y mi dirección me despertaron maravillosas ganas de escribir. Como el mismo subte, recorro en línea recta el camino en una sóla dirección. Entre tanto me obnuvilo con el mundo de mi entorno y hasta me enceguezco.
Aprender a frenar en estaciones, aprender a no ir tan rápido. En ese aprendizaje disfruto las curvas y río.
Las estaciones donde frenar cuerpo y mente, estirarse y respirar aire pureza de aire son pocas. Es más el viaje, el mirar hacia delante y seguir.
Poca luz hay en el túnel, poca luz fuera del vagón, poca luz hay en los personas que recorren, como yo, esta vida subterránea. Pero, de tanto en tanto la causalidad acecha detrás de una mirada, de un movimiento de manos al compás de alguna música, de cigarrillo armado y comentario suelto. Y destapa una sonrisa, la plena y maravillosa luz de la vida para regalársela a una mismo y a un otro.
Me robaste la mente.
Las direcciones, vueltas y retornos de la vida me han dejado, aún hoy, atónita.