jueves, 7 de enero de 2010

Maravillarte

Reir. Reirte. Reirme de tu risa. Reirnos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Esta mañana

Dersperte sollozando, entrelazada a la almohada. Y aunque sabia que era un sueño, deseaba volver a él.

viernes, 1 de enero de 2010

Doce meses, un año.

Una mañana de noviembre lo decidió. Llegó al lugar al que concurría/concurre/ espera seguir concurriendo, con el ego en forma de aura. Lo había decidido, lo comunicó a alguna de esas almas que gratificantemente lo habían acompañado en aquél entonces, mientras su autoestima se alimentaaba de frases inventadas por otros. Año nuevo, vida nueva dicen algunos. Lo tomó prestado, se hizo seguidor y auspiciante del lema. Naturalmente, lo tomó a pecho.
A veces, uno piensa que es el haz entre el mazo, que con solo uno mismo se termina el juego. Es entonces, cuando la partida comienza a darse vuelta, cuando llega al empate y luego la derrota.
Confianza, algo tan necesario e íntimo algunas veces y tan egocéntrico en otras.
Confío, ¿en quién confío?. "No confío en mi mismo," pensó. Por el simple hecho de ser ser humano o de ser humano (¡qué denotado el sustantivo!), por las cosas que nos rigen más allá de uno mismo, de lo que se siente, de su contexto, de su vivencia, pura, misma, única, ser.
Pensó que confiaría en aquellos en los cuales le habían enseñado que conservaban un aire de compañía eterna. Pero éstos mismos, también eran seres humanos o son humanos, y es entonces cuando creyó en la dualidad de la verdad de la enseñanza o del pensamiento.
La hipocresía de la naturalidad, el egocentrismo llamado porteño (que no es más que la pura naturaleza del ser humano) , la vida, la vida imagiNADA como un camino gris apenas sinuoso con destellos de flores rosadas y árboles de copas redondas a sus costados.
El hombre engañado por las mismas enseñanzas que consigo empezaron. El hombre idiota. El hombre pensando que podía gobernar el tiempo, que podía gobernar su decisión de ser. El hombre que podía manipular en aquella mañana de noviembre la partida, una partida que nunca jugó, que entre vanas suposiciones pensó moldear y no creyó en la entereza de su palabra. Partida que se jugaba de a uno y no precisamente el otro era el espectante. Partida que le ganó de mano.